A mi Pueblo, gracias
Se que tu Pueblo será
Como mi Pueblo, tal vez.
Se que también sentirás esa vieja añoranza
Que te hará volver
(Fragmento de Pueblo Azul, de Ramón Navarro)
¿Sabés Santisteban? Hoy comienza el invierno aquí, en Argentina. Y el día es acorde a la fecha: lluvioso, gris y frío. Propicio para que los recuerdos se agolpen y te cuente:
Partí de Jaen, rumbo a Santisteban en una hermosa tarde de sol; pero a poco de camino, llovía ya torrencialmente. Me mojaré, tal vez crezca, me dije. Nada me haría perder el entusiasmo de volver. Ni las cuadras que tendría que andar cuando llegara.
Ya en el Pueblo y apenas bajé del autobús, escuche salir de debajo de un gran paraguas una voz cálida y ansiosa que preguntaba por mí.
Me encontré así, con quienes suponiendo que llegaba, pero sin conocerme y sin siquiera un por qué para hacerlo, venían a mi encuentro, para evitarme la mojadura.
“Estoy en casa”, sentí; en casa y con la “buena gente”.
Victoria es la administradora del sitio en el que me hospedaría y quién junto a su amiga Maruja me evitaron el remojón.
Pero ni ella, ni el maravilloso sitio al que fui, ni sus amigas, ni la gente del pueblo, se limitaron a darme estadía. Hicieron mucho más: me brindaron su calidez y su alegría.
Y fui una Santistebeña más quién disfruto las Fiestas de Pascuamayo con gozo y emoción, recordando a cada momento todo lo narrado tantas y tantas veces por sus abuelos.
Y fui a los encierros y visité la Hermita y asistí a la bajada de la Virgen , Nuestra Señora del Collado, y a la toma del Cuadro, por primera vez, pero como si ya lo hubiese vivido. Y como siempre. Al estar en la Iglesia de Santa María, la conocida sensación de encuentro no me causó llanto y dolor como en veces anteriores, pues tenía compañía, mi gente me acompañaba, y mis fantasmas sonreían en los rincones.
Cuando se quiere agradecer, ninguna palabra sustituye al simple “gracias”.
Gracias entonces, a los que me brindaron amistad y cariño:
– Gracias a Victoria y a las dos Marujas, y a todas sus amigas.
– Gracias a Justo, a sus padres y a su familia, por brindarme un almuerzo con andaluces como los de mis recuerdos.
– Gracias a Josefina por cuidarme y a Paqui por recordarme.
– Gracias a todos los que me reconocían y brindaban una sonrisa.
– Gracias, Santisteban, volveré, claro que volveré, como las golondrinas, a emborracharme de luz y de campanas.
mañana a las doce de la noche saldra la encantada del puerto peinado su cabello con el peine de plata.