El Mundo
Un hombre del Pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó.
Dijo que había contemplado, desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso, reveló. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano (El libro de los Abrazos, 1989).
Cómo con tan pocas palabras puede reflejarse el milagro de la Vida.
Somos eso: fueguitos independientes. Cada uno con su luz.
Pero… qué destino tan triste sería el de una luz brillando en la soledad, desconocida, ignorada, nunca vista por nadie. Nuestra luz, en cambio, se puede alimentar y perfeccionar con la existencia de las otras luces.
Así el fuego grande, fortalecerá al pequeño.
Se mezclarán fuegos de distintos colores para lograr los infinitos tonos que pintan nuestra naturaleza.
El fuego sereno calmará al loco, quién lo alegrará con su chisporroteo.
Y hasta aquel pobrecito fuego bobo, acariciará a quien al hacernos parpadear, no nos deja apreciar su belleza en todo su esplendor. Y el uno, cobrará fuerza y logrará brillar, permitiendo al otro contagiarnos su ardor, pero mirándolo sin deslumbramiento.
El AMOR es la fuerza que permite vincular nuestras vidas, contagiándonos el uno con el fuego del otro.
Y el vehículo que nos deja apreciar el brillo de todas las luces, es LA AMISTAD.
Dedicado a todos mis amigos, Trini.